Cloe (1934-2007)
Es este
espacio indefinido entre lo que fui y lo que llegaré a ser en el que cuestiono
el sentido de cuanto me rodea.
Con el andar
del tiempo una mujer debe reflexionar sobre sí misma, tomar sus propias
decisiones sin esperar que un hombre aparezca para dar sentido a su vida. En
este punto me encuentro. Mi madre no es libre, mis hermanas no son libres, menos
aún lo serán cuando queden apresadas por el yugo del matrimonio. Sin embargo yo
soy diferente. Deseo recorrer el camino de libertad que me llevará a otros
mundos, esos en los que quizás las horas y los lugares no caduquen
inmediatamente. He meditado durante largo tiempo y he tomado una decisión
firme, completamente ajena a arbitrarios caprichos: viajaré lejos, mucho más
allá de los Pirineos. París debe ser una
ciudad encantadora, un lugar perfecto donde protegerse de esta mediocridad
casposa y asfixiante.
Los
domingos se visten de un ligero atractivo en el hogar de los Gutiérrez-Miranda.
Después de misa y la tradicional comida familiar el general pasa el resto del
día con los caballeros del Círculo y se respira en la casona con una cierta
fluidez. En la declinación de la tarde el jardín reaparece de un verde
extraordinario. Con aquellos pensamientos Cloe abandona el sillón y se dirige al
escritorio frente a la ventana, el brío de un último sol define sus rizos a
través del cristal.
Es
normal que todas estas ideas me aborden, ya no soy aquella jovencita ingenua y
obediente, no me esfuerzo por conservar el lugar de ojito derecho de papá en
esta conservadora y rancia familia. Ahora incluso me pregunto sobre la
veracidad de Dios con absoluta naturalidad. Algo férreo se rompe en el interior
de las personas cuando somos capaces de preguntarnos sobre la existencia o
inexistencia de Dios. Las cadenas de la tradición ciega y absurda desaparecen
para siempre y dejan en su lugar una capacidad de entendimiento hasta entonces
irrelevante. El mundo comienza a vislumbrarse de otros colores y sabores.
Apenas
queda tarde por consumir, la casona se despide del leve relajo dominical. Unos
pasos rápidos se aproximan desde el fondo del pasillo e interrumpen las
reflexiones de Cloe. Se apresura a esconder sus notas bajo la revista de la
Sección Femenina de Victoria y garabatea en un papel pretendiendo descuido.
─ Hija,
¿otra vez dibujando? Vas siendo mayor, debes comenzar a ser una señorita
responsable. ¿A que no has decidido aún el color de tu vestido para la boda de tu
hermana Victoria?
─ ¿Yo? Mamá…
¡si solo tengo trece años!
La
madre resopla y se aleja de la habitación lamentándose por la inmadurez de su
hija Cloe, tan dependiente, tan distinta a sus hermanas mayores.
Y llegó a ser una gran escritora aunque ahora no le hace falta esconderse :)
ResponderEliminarUn besazo
Algunas son perseverantes y consiguen todo lo que se proponen, llegando incluso a ser grandes escritoras. Intentaré aprender de ellas ;-). Recojo el halago muy agradecida. Un beso, Pete.
EliminarPS. El mojito que te había preparado para la ocasión mejor lo tiro, que la hierbabuena estará pocha y el ron habrá mudado de añejo a rancio jajaja. (Cuánta mordacidad suelta, pensó la otra a la vez que silbaba haciendo que no había oído nada). Ay, compañero, ya sabes que no se ha inventado remedio para mí. Sentido del humor ante todo :D
Una delicia de relato, Frida.
ResponderEliminarMe encanta como escribes, cada vez más.
Un beso enorme.
Gracias, Carmen. Me alegra mucho que te guste. Que guste lo que haces es la mejor de las recompensas. Otro beso enorme para ti.
Eliminar¡Gracias por recordármelo!
ResponderEliminarMe gustó la primera vez y me sigue gustando. ¡Eso es muy buena señal!
Un abrazo, preciosa.
Muchas gracias, guapa. Antes de ponerlo aquí ha sufrido alguna pequeña modificación y casi con toda seguridad no será la última. Es lo bueno de esto, que montas y desmontas como te apetece jajaja.
EliminarUn beso, Fefa.
Siempre es bueno encontrar a una escritora que mira la vida a través de sus personajes más allá de - valga la redundancia - las cortas miras de lo establecido. No solo consiste en escribir bien, que también, sino que lo que se escribe nos haga sentir ( a algunos) que no estamos lejos. Y respecto a montar y desmontar como te apetece... me parece muy bien :-) No hay nada como intentar ser feliz y encontrarse contento de ser como uno es, no como los otros piensan que debemos ser. Esto no va contra las comas ni los signos de puntuación, que conste. A mi me gustan, no solo a Fefa )... :-)
ResponderEliminarEl otro día se lo comentaba a otro compañero. Supongo que en cada texto imprimimos una parte de nosotros, por ficticio que sea el mundo creado. En mi caso se hace muy evidente cuando escribo como mujer en primera persona. Sin ser, desde luego, relatos autobiográficos, de manera espontánea aparecen reflejados aspectos muy marcados de mi personalidad, vivencias personales, reflexiones propias. Y sí, claro, igual que desmonto, "desestablezco" lo que puedo :-)
EliminarMuchas gracias por tu comentario. Siempre es un placer verte por aquí. Un abrazo.
Cómo he disfrutado de ese espacio indefinido entre lo que se es y lo que se lograr ser, que tan bien has dibujado. Y me gusta lo que veo, sobre todo si, como es el caso, está tan bien escrito.
ResponderEliminarSiempre me han gustado los personajes «díscolos», los que no se atiene a lo establecido, los que se cuestionan todo y reclaman su lugar en el mundo. Y lo mismo me ocurre en el mundo real. Por eso admiro a esta Cloe a la que le auguro un prometedor futuro. Enhorabuena, Frida.
Besos y abrazos.
Al parecer serán los mansos quienes hereden la tierra. Por mí que se queden con mi parcela si para merecerla tengo que formar parte de un rebaño. Uy, que me voy un poco del asunto. Lo que te quería decir en realidad es que a mí también me gustan los personajes díscolos ;-)
EliminarTe agradezco muchísimo la visita y el comentario. Un besazo.
Precioso relato, lleno de ti y lleno de calidad. Cada día disfruto más leyéndote :)
ResponderEliminarBesos
Gracias, Nanny. Cuánto me alegra lo que me dices. Besitos.
EliminarCuando empiezo a leer una novela (mi género literario preferido)ya sé desde el primer capítulo si me gustará. En tus relatos, no hace falta más que leer el primer párrafo para comprender que quedaré irremisible y gratamente atrapado. Enhorabuena.
ResponderEliminarGracias, Josep, eres muy amable.
ResponderEliminarPor cierto, voy ahora mismo a incluir tu blog en los adorables vecinos, que si no no sé cuándo publicas y no quiero perdérmelo.
Un abrazo.
Querida Frida, con este texto has dejado muy claro que las mujeres tenemos dos bandos a los que ceñirnos: el de la sumisión y el acatamiento o el de la rebeldía y la lucha. Aunque la mayoría nos pasemos nuestra vida a caballo entre los dos. Ya sabes que soy admiradora de tu escritura y con este texto no has hecho más que, una vez más, hacer que me rinda ante ti. Un beso grande.
ResponderEliminarAldonza.
http://lecturaalahoradelte.blogspot.com.es/
Gracias, Aldonza. Así es, así nos movemos la mayoría de las mujeres, aunque personalmente, cada vez soy menos sumisa y más rebelde. Debo estar entrando en una segunda adolescencia :-)
EliminarHija, a ver si saco un rato y me paso tranquilamente por tu blog. Entre unas cosas y otras ando más liada que la pata de un romano. Un besito, corazón.
Frida cada vez escribes más realidad y siento no haberte visitado antes, pero la cama y mi debilidad me quitan muchas fuerzas y ganas de todo, pero ahora volverá e entrar en tu morada, para leerte y gozar de tu escritura..Un abrazo
ResponderEliminarSiempre que quieras, Carmen. Si has venido será que te encuentras mejor y eso es lo que más me importa. Un abrazo.
EliminarPor fortuna, siempre hay Cloes que escriben, aunque sea escondiendo sus notas tras la revista de una hermana :)
ResponderEliminarTú, querida amiga, consiges introducir un soplo de aire marino en el mundo opresivo y casposo de la época que retratas.
Besos!!