4 de mayo de 2011

Simplemente implacable


Este no iba a ser un pleito fácil. La ineficacia de la comisión de control, la desaparición de documentos clave, aquella cuenta a nombre de Saldaña… Todo daba vueltas en mi cabeza. Sin embargo el fuego estaba precioso. Me recordaba las hogueras de los campamentos adolescentes. Decidí relajarme por unas horas y disfrutar de la velada. Ella sabía bien cómo complacerme en esos momentos de tensión. Estaba preciosa a la luz de la chimenea. Medio tumbados en la alfombra disfrutamos de un menú compuesto por distintas exquisiteces. Al terminar me dedicó una de esas sonrisas que solo podían invitar a la lujuria. El brillante incrustado en su diente me volvía loco. Solo fallaba el detalle de que se lo hubiera regalado su marido.
Al día siguiente todo estaba dispuesto en la sala.
- Buenos días, letrado.
De la boca de su señoría nació un destello infernal. Ella era… simplemente implacable.

Imagen: Amparo Barroso

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