19 de junio de 2010

No, viajo sola


Este nudo en la garganta no me deja respirar. Siento la cara hinchada como un globo sobrealimentado de aire, la mandíbula desencajada y los ojos a punto de salirse de su sitio. Ahora oigo a lo lejos el ruido del tren. Me produce una sensación de desasosiego y alivio a la vez. En unos segundos todo habrá terminado. Y con todo, mi sufrimiento, y después de todo llegará la paz que tanto anhelo.

Esto que tantas veces he leído es todo cuanto en mis veintiocho años de existencia he podido saber sobre mi madre, la que un día decidió tirarme a la vida, sin más muleta que mi instinto de supervivencia.

Aquella noche doña Pura me llevó a su despacho y me empujó hasta sentarme en una de las sillas, abrió mi mano y puso en ella un papel doblado.
- Guárdalo, es de la puta de tu madre –dijo. Ahora vete a dormir. Mañana temprano saldrás hacia la estación.

Al día siguiente me desperté con el brusco zarandeo de una de las cuidadoras. Todavía era de noche. El resto de las niñas dormía. Vi que el papel seguía en mi mano. La cuidadora puso sobre la cama el vestido de las ocasiones especiales. En el suelo, los zapatos de charol negro. Cuando llegué a la escalera me alegró comprobar que la señorita Elisa me esperaba sonriente al final de ella. Sostenía un abrigo de paño gris y un sombrero de terciopelo. A su lado, sobre el banco de madera, había una pequeña bolsa que supuse contenía el resto de mis escasas pertenencias.
- Cariño, estás preciosa. Vamos, tenemos un largo camino hasta la estación. ¿Te gustan? –me preguntó mientras me ponía el abrigo y colocaba el sombrero en mi cabeza. He ahorrado durante semanas para comprártelos. Esperaba un momento especial.
Metí la nota de mi madre en un bolsillo y salimos a la calle. Después de mucho tiempo respiraba algo distinto de aquel oxígeno enrarecido de la casa, estanco hasta en el patio donde quince minutos al día se nos permitía jugar.
- En casa de tu tía Regina estarás muy bien. Podrás ir a un colegio de verdad y tendrás todo lo que una niña de tu edad necesita. Mira, ya casi hemos llegado.
Habíamos dejado atrás los adoquines. El camino de tierra y piedras al que habían dado paso resultaba incómodo en la oscuridad. Todavía algo lejos pude ver un gran edificio de fachada amarillenta. Poco después empezamos a encontrarnos con otros viajeros.
- Mira, ese es tu tren. ¡Qué suerte! Yo nunca he hecho un viaje así.
Había personas de todo tipo caminando por el andén. Unos llevaban bultos de tamaños y formas distintas, desde maletas hasta jaulas con pollos; otros cuantos sin embargo parecían llevar lo imprescindible; otras eran mujeres de apariencia aristocrática. Todos ellos y yo, sin más equipaje que una pequeña bolsa y la inseguridad que me producía el total desconocimiento de mi futuro más inmediato. De pronto nos paramos. La señorita Elisa me atrajo hacia sí y me fundió con ella en un abrazo. Sentí sus lágrimas mojando mi cara.
- Cariño, ya anuncian la salida. Pide ayuda con la libreta siempre que lo necesites. Ya verás como pronto hablarás de nuevo. Adios, mi vida. Te echaré de menos. Escríbeme siempre que puedas.
Pegué mi cara al cristal y vi a la señorita Elisa agitando su mano mientras el tren se alejaba. Sólo entonces rompí a llorar.

Saqué la nota de mi madre y la leí de nuevo, y de nuevo la saqué y la volví a leer. Así hasta no sé cuántas veces ni durante cuántas horas. Así hasta que leí a través de la ventanilla mientras el tren perdía velocidad: ZARAGOZA. Algunos compañeros de viaje se apresuraron a coger sus cosas, mientras otros se acomodaban en sus asientos tras el espacio ganado. En el andén una señora con traje verde y moño sobrelacado mostraba una cartulina con mi nombre. Me encogí en el asiento hasta hacerme invisible. Un minuto después oí el silbato. Me asomé unos centímetros para observar la reacción de mi tía Regina. El tren se puso de nuevo en marcha y yo respiré tranquila.
Imagen: Tom Ruddock

2 comentarios:

  1. Un final inesperado para un gran relato. Felicidades.

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  2. Bueno compañera y sin embargo amiga será un placer navegar por tus creaciones literarias ya con mis conexiones a internet solucionadas. ¡Brindo por tu nuevo espacio Web y te envío un beso y un abrazo!
    Dorchy

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