13 de noviembre de 2011

Historia inciertamente inventada

Obra de Gustav Klimt
Hoy me he acercado a uno de esos barrios de Madrid que parecen de otro mundo, al menos de uno muy distinto del mío. No es que yo viva en el umbral de la pobreza, quejarme sería, con la que está cayendo, de una tremenda frivolidad, con mis dos mil euros al mes y el piso pagado, pero en la periferia, no siendo en torno a las carreteras de Burgos y de La Coruña, las cosas funcionan de otra manera, dónde va a parar. Pero no quiero aburrirles con el rollo de las diferencias sociales, creo que se entretendrán mucho más si les cuento de qué tratará mi próxima historia.
Tengo un amigo que trabaja en una de esas importantes multinacionales con domicilio en algún edificio elegante del barrio que comentaba. Como en toda buena empresa, con frecuencia los empleados se benefician de distintas ayudas y descuentos importantes en actividades variadas. Mi amigo ya llevaba tiempo diciéndome que cuando me apeteciera ir al teatro le pidiera a él las entradas, y así lo hice, para mí y para una chica que conocí hace un par de meses, con tan mala fortuna que esta mañana tuvo un resbalón en la ducha y le han dado la baja por un pequeño esguince de tobillo, en la víspera de la función.
[…]
- Santi, tío, hoy no puedo acercarme a la oficina y tengo allí las entradas, pero no te preocupes porque he hablado con una compañera y si te pasas a partir de las tres ella te las da. No la conozco mucho, pero parece muy maja. Pregunta en recepción por Alejandra Ramos.
- Joder, estás en todo. OK, Alejandra Ramos, en recepción. Gracias, tío, te las debo, que te mejores, tío. Me paso por tu casa el domingo a ver qué tal.
- Vale, pasadlo bien. Nos vemos.
Llegué al lugar acordado como a las tres y diez y pregunté por la compañera de mi amigo. La recepcionista me informó de que no había vuelto de comer, así es que aproveché para hacer yo lo mismo. Doblé la esquina y entré en un establecimiento de una conocida cadena de restaurantes, de esos que te sirven de forma más o menos rápida desde un sándwich a un salteado de pollo oriental. Mientras llegaba mi comida me dispuse a observar a mis compañeros de sala, no por ser cotilla, sino porque ya sabrán, si es que hay algún aficionado a la escritura entre ustedes, que en cualquier lugar se puede encontrar el germen de una historia. Pues bien, en un primer momento la pareja sentada en la mesa de la derecha me había pasado desapercibida, pero poco después comencé a oír más o menos lo siguiente:
-No, Fernando, simplemente expongo un problema para que intentemos aportar una solución. Esto no da para más, tenemos casi tantas deudas como ingresos y decides comprarte ese coche.
- Cielo, entregando el coche usado se quedó en un precio muy razonable, y además contamos con la ayuda de mis padres.
- Bueno, si a cincuenta mil euros lo llamas precio muy razonable… ¿Cuándo vas a madurar, Fernando? Llevamos cinco años casados, tenemos una hija…
- Ya…
- Eso sin contar el que tu hija y yo seamos los últimos monos de tu vida…
- Eso no es así…
- Sí es así, Fernando, soy la última persona en enterarme de todo lo que tiene que ver contigo, supe que te habías comprado el coche nuevo cuando ya lo tenías aparcado en el garaje. ¿Eso es tenerme en cuenta?
- No digas eso, cielo.
- Déjate de tanto cielo y respétame, inclúyeme en tu vida, que soy tu mujer. ¿Cuántas veces te he propuesto que vinieras a buscarme para que pudiéramos comer juntos, dedicarnos un rato? Hoy has aceptado porque ves que estoy al límite.
- Ya sabes que tengo siempre mucho trabajo…
- Sí, ya lo sé, el mismo trabajo que te impide ver a tu hija despierta cada noche. No me vengas con cuentos, conozco a los que son como tú, a los que alargan la jornada para evitar estar con su familia, y como guinda, copa en el pub de abajo antes de volver a casa.
- Cielo…
- Esto es un horror. Paga y vámonos, un milagro necesitamos para arreglar esto.
Me sorprendió mucho la conversación, en un lugar donde las familias son aparentemente tan felices, donde aparentemente la única preocupación es qué bolso llevar hoy, si el de Loewe o el de Louis Vuitton, o qué enorme lazo poner a la niña en la cabeza. Evité mirarles mientras hablaban para que no se cohibieran; solo cuando se pusieron en pie para marcharse no me resistí, necesitaba ver qué aspecto tenían, sobre todo la mujer. Ella me vio y se sonrojó, pero ya era tarde, involuntariamente me habían hecho partícipe de su crisis matrimonial, el mecanismo de la fantasía estaba marcha.
Se marcharon y me quedé allí unos minutos más, intentando decidir qué podría yo sacar de todo aquello. Me gustaba la idea. El qué estaba prácticamente resuelto, pero me faltaba desgranar en mi cabeza la vida de esa mujer para poder resolver el quién. Pensando en ello volví a la oficina de mi amigo.
- ¿Ha regresado ya Alejandra Ramos?
- Sí, la aviso […] Enseguida baja, caballero.
Al cabo de pocos minutos llegó una mujer al vestíbulo que se dirigió hacia mí. Mi cara debió ser un poema pero disimulé todo lo que pude; la suya no se quedó corta en cuanto me vio. Sin mediar palabra se acercó y se deshizo en llanto sobre mi hombro.
- ¿Un café y hablamos, Alejandra?

4 comentarios:

  1. Querida Frida:
    Me ha gustado mucho la historia, más por lo que cuenta, por lo que no cuenta. Lo que queda oculto tras la vida de esos personajes... la vida de Alejandra, la sensibilidad del protagonista. Una historia cotidiana, pero con fuerza. He de reconocerte que el principio no me enganchó mucho, sin embargo, conforme avanza la historia engancha, es reveladora, tierna y dura a la vez. Un buen relato, te felicito. ¡¡Jo, cincuenta mil por un coche!! Pero si eso no lo gano yo ni en tres años currando. Madre mía, tienes razón, cuantos mundos en un mismo mundo.
    Un beso enorme

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  2. Esta noche estoy de blogs, Frida. Y la verdad es que ha sido un acierto, porque em he encontrado con este estupendo relato.

    Un beso, linda.

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  3. Qué buen relato para pasar la noche, me ha encantado, Frida.

    Las pequeñas grandes historias que nos rodean dan para muchos folios, ¿verdad? No dejes de mirar a tu alrededor y de contarlo.

    Besos y un fuerte abrazo.

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  4. Laura, me alegra que finalmente te enganchara. Ya ves cómo es esto de las apariencias.

    Leerio, gracias por dejarte topar por este relato. Celebro que te haya gustado.

    Mari Carmen, tienes razón, muchas veces no es necesario viajar a mundos lejanos y fantásticos para encontrar el germen de una historia.

    Gracias a las tres por vuestras visitas.

    Besos y abrazos.

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