22 de marzo de 2012

Money for nothing

Me levanto temprano, a mi madre le gusta que desayunemos juntos. Mamá se empeña en hacer de ese momento algo especial, pero lo cierto es que ni mi padre, sumergido en su periódico, ni mis hermanas, enredadas en sus propias discusiones, ni yo mismo, prestamos la menor atención a sus intentos de que nuestra familia comience la jornada con alegría. Sería una buena oportunidad de añadir algo de chispa a mi vida antes de acudir a clase, si la táctica de mi madre no fuera continuamente idéntica a la del día anterior. Y así como transcurre el desayuno, transcurren las horas restantes, siempre lo mismo. En definitiva, los días pasan de manera lenta y monótona en este lugar del norte de Inglaterra, lo que para un chico de mi edad significa, básicamente, que son muy aburridos, aunque a decir verdad, lo eran, justamente hasta que llegó a la ciudad mi amigo Mark. Se me olvidaba, me llamo Matthew, tengo quince años y quiero ser músico.

Una mañana me topé en la cola de la cafetería del colegio con un chico nuevo. Era mucho más alto que yo, no le colgaban pelos largos de la barbilla y observándole a corta distancia, comprobé que se afeitaba; por esto y por su pinta de haber vivido mundo, deduje que debía tener unos dos años más que yo, lo que me sorprendió, me refiero a que hubiera cambiado de escuela tan cerca de comenzar la universidad. Se sentó solo, lo habitual en los nuevos, aunque no parecía importarle demasiado porque como digo, se notaba que era un tipo experimentado. No entablé conversación con él hasta pasada una semana, me contó que había venido con su familia desde Glasgow y que su única aspiración era dedicarse profesionalmente a la música. Estaba de suerte, era justo lo que necesitaba para salir de mi burbuja de aburrimiento: un compañero de sueños.

Pasamos las horas libres en el garaje de Mark, componiendo nuestros propios temas y tocando algunos de los Rolling, los Kinks y otras bandas de moda, Mark es un genio. Definitivamente ya no me interesa el equipo de fútbol de la escuela, ni perseguir a las chicas con mis anteriores amigos, son unas estrechas, solo las que han oído hablar del movimiento hippy de Estados Unidos se dejan tocar algo más que la mano.
Hoy me ha dicho Mark de camino a clase que en sueños ha viajado en el tiempo y lo ha visto, seremos grandes estrellas de la música y ganaremos enormes cantidades de dinero. “Tengo en la cabeza la canción, Matthew, luego la arreglamos”, me dice entusiasmado. Y así lo hacemos, toda la tarde trabajando en el garaje, puliendo música y letra de ese tema futurista soñado. “¿Cómo te vas a llamar?”, le pregunto. “Tengo intención de usar mi propio nombre, ¿y tú, abeja?”, bromea, señalando mi camiseta de rayas negras y amarillas. “Me gusta, Sting puede ser un buen nombre artístico. Anda, cántala de nuevo, Mark”. “Vamos allá, enano Sting: Now look at them yo-yo’s that’s the way you do it […]”


11 comentarios:

  1. Me gusta tu pequeño homenaje a Sting.
    Besos.

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  2. Buenísimo, Frida. Muy imaginativo. Entre los dos me quedo con Sting, desde luego.
    ¡Bravo!

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  3. Hola Frida, me gustó. Me quedan ganas de volver.

    Un gran saludo.

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  4. Gracias, chicas!! Qué ilusión me hace vuestra visita. A ver si me paso por vuestras casas, que tengo los blogs amigos abandonaditos. Qué vida esta...

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  5. Es un gran relato, Frida, fluido, con el lenguaje adecuado a la edad del personaje... y, además, con lo que me gusta Sting, te puedes imaginar lo que he sentido al leer este homenaje.

    Plas, plas, me ha gustado mucho.

    Besos y un fuerte abrazo.

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  6. Gracias, Mari Carmen. Me encanta tenerte por aquí. También a ti, Bernardino. Ese chico promete casi tanto como tú. Besos a los dos.

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  7. Me dio la impresión de que el relato aún echa un poco de humo...huele como a goma quemada, a monoplaza que acabó la carrera con brillantez... gracias, Lydia

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  8. Rit, has venido!! Gracias a ti por dejarme entrenar en tu circuito. Besos y abrazos.

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  9. Pudo haber sido así perfectamente, Frida. ¿Por qué no?
    Ahora me pregunto cuál de nosotras verá el futuro con el éxito de nuestros libros y los niños leyendo nuestras historias para examinarse de literatura. Un sueño, Frida...

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  10. Un sueño todavía quizás algo lejano, pero desde luego no imposible. ¿Por qué no las dos? Deseemoslo con fuerza. Gracias por tu visita, Carmen Marina. Un abrazo.

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