Sola
Claro, ahora vete y déjame así, como siempre haces. Ya
volverás y me suplicarás que te perdone. Acuérdate de mí cuando otras te
rechacen y sufre por no tenerme. ¿Quién va aguantar lo que aguanto yo? No, no
estoy loca, y no me mandes callar, ¿me oyes? Solo lamento haber gozado entre
tus brazos una vez más, debería odiarme por haberme entregado a ti de nuevo.
Esa es tu arma, ¿verdad? Palabras melodiosas primero y habilidad manual por
debajo de la bata después. ¿Qué dices? Nooo, no me vengas con esas ahora, tú sí
que estás loco. Basta ya de necedades. Oye, no te enciendas ese cigarrillo,
para, sabes que aquí no está permitido fumar. Lo has hecho, ¡valiente chulo!
Ese eres tú, ese que se cree con derecho a todo. No me toques, suéltame o
grito. ¿Qué quieres, que te encierren? Te lo advierto, aquí no se andan con
tonterías, te atan por menos de nada. Eso es, buen chico, ¡Dios! lo que me
cuesta hacerte entrar en razón. ¿Sabes? Me estoy acordando de la primera vez,
qué ingenua. Llegaste con tu pelo negro, tu tez morena y me susurraste al oído
palabras desconocidas para mí. Me sentí flotar. Me prometiste todo lo que una
mujer puede desear, ¿y ahora qué, eh? Sí, tú habla lo que quieras. Ya, claro,
ya, don Perfecto. Eres un hijo de puta. ¿Cómo puedes decirme eso y permanecer
ahí de pie, tan tranquilo? No me obligues a llamar al equipo, te lo ruego ¡largo
de aquí!
Un momento, Dorothy, ¿qué haces, con quién hablas? No hay
nadie más en la habitación. Sí que hay, bueno, no sé. A ver, recomponte, piensa.
Son las voces, que te exigen vivir realidades alternativas. ¿Qué voces? Todas, unas
agudas, otras graves, de hombre, de mujer, de niños, de Dios, de un amante, de mis
actores favoritos… ¿Qué culpa tienes tú? Son ellos quienes se dirigen a ti.
Pero no solo oigo, también veo, las voces tienen cuerpo y me tocan y las toco y
vivo con todas ellas. ¿No has visto a Paul? Se acaba de ir. Hemos tenido una
riña descomunal, como siempre que viene a verme. Bien, pero le has echado, y si
has podido con él podrás con el resto, eso es así. Tranquila, respira hondo.
¿Te hablan ahora? No. ¿Existen fuera de ti? No. No sé, quizás. Inspecciona la
habitación y comprueba que no hay nadie más, que nadie habla, solo tú. Es
verdad, no hay nadie. Pues venga, siéntate un momento y relájate, está todo
controlado. No hay voces, no hay nadie. Sí, eso es, solo yo. Mucho mejor, qué
bien… uuumm.
Un enérgico toc toc interrumpe el soliloquio de Dorothy
Perkins. La puerta se abre y la enfermera entra sin esperar respuesta. La adorable
sonrisa que cruza su cara rechoncha y sonrosada termina de disipar sus miedos.
- Ya es la hora, tenemos que hacer la ronda.
- Vamos allá. Qué dura es la Psiquiatría, ¿verdad, Mary?
- Ni que lo diga, Dra. Perkins.
Genial esas voces, Frida.. un abrazo.
ResponderEliminarGracias por tu visita, Carmen. Siempre es un placer encontrarte por aquí.
ResponderEliminarMuy bueno, Frida.
ResponderEliminarLos trazos del dolor psíquico, esas voces incesantes incapaces de controlar, la esquizofrenia en si misma con su desasosegante atmósfera... todo ello me ha recordado desde el primer momento a Guy de Maupasant y su imperecedero Horlá.
Buenísimo.