27 de abril de 2012

Sola


Claro, ahora vete y déjame así, como siempre haces. Ya volverás y me suplicarás que te perdone. Acuérdate de mí cuando otras te rechacen y sufre por no tenerme. ¿Quién va aguantar lo que aguanto yo? No, no estoy loca, y no me mandes callar, ¿me oyes? Solo lamento haber gozado entre tus brazos una vez más, debería odiarme por haberme entregado a ti de nuevo. Esa es tu arma, ¿verdad? Palabras melodiosas primero y habilidad manual por debajo de la bata después. ¿Qué dices? Nooo, no me vengas con esas ahora, tú sí que estás loco. Basta ya de necedades. Oye, no te enciendas ese cigarrillo, para, sabes que aquí no está permitido fumar. Lo has hecho, ¡valiente chulo! Ese eres tú, ese que se cree con derecho a todo. No me toques, suéltame o grito. ¿Qué quieres, que te encierren? Te lo advierto, aquí no se andan con tonterías, te atan por menos de nada. Eso es, buen chico, ¡Dios! lo que me cuesta hacerte entrar en razón. ¿Sabes? Me estoy acordando de la primera vez, qué ingenua. Llegaste con tu pelo negro, tu tez morena y me susurraste al oído palabras desconocidas para mí. Me sentí flotar. Me prometiste todo lo que una mujer puede desear, ¿y ahora qué, eh? Sí, tú habla lo que quieras. Ya, claro, ya, don Perfecto. Eres un hijo de puta. ¿Cómo puedes decirme eso y permanecer ahí de pie, tan tranquilo? No me obligues a llamar al equipo, te lo ruego ¡largo de aquí!

Un momento, Dorothy, ¿qué haces, con quién hablas? No hay nadie más en la habitación. Sí que hay, bueno, no sé. A ver, recomponte, piensa. Son las voces, que te exigen vivir realidades alternativas. ¿Qué voces? Todas, unas agudas, otras graves, de hombre, de mujer, de niños, de Dios, de un amante, de mis actores favoritos… ¿Qué culpa tienes tú? Son ellos quienes se dirigen a ti. Pero no solo oigo, también veo, las voces tienen cuerpo y me tocan y las toco y vivo con todas ellas. ¿No has visto a Paul? Se acaba de ir. Hemos tenido una riña descomunal, como siempre que viene a verme. Bien, pero le has echado, y si has podido con él podrás con el resto, eso es así. Tranquila, respira hondo. ¿Te hablan ahora? No. ¿Existen fuera de ti? No. No sé, quizás. Inspecciona la habitación y comprueba que no hay nadie más, que nadie habla, solo tú. Es verdad, no hay nadie. Pues venga, siéntate un momento y relájate, está todo controlado. No hay voces, no hay nadie. Sí, eso es, solo yo. Mucho mejor, qué bien… uuumm.

Un enérgico toc toc interrumpe el soliloquio de Dorothy Perkins. La puerta se abre y la enfermera entra sin esperar respuesta. La adorable sonrisa que cruza su cara rechoncha y sonrosada termina de disipar sus miedos.

- Ya es la hora, tenemos que hacer la ronda.
- Vamos allá. Qué dura es la Psiquiatría, ¿verdad, Mary?
- Ni que lo diga, Dra. Perkins.


3 comentarios:

  1. Genial esas voces, Frida.. un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Gracias por tu visita, Carmen. Siempre es un placer encontrarte por aquí.

    ResponderEliminar
  3. Muy bueno, Frida.
    Los trazos del dolor psíquico, esas voces incesantes incapaces de controlar, la esquizofrenia en si misma con su desasosegante atmósfera... todo ello me ha recordado desde el primer momento a Guy de Maupasant y su imperecedero Horlá.

    Buenísimo.

    ResponderEliminar

Los seguidores