Mi nuevo yo
Llegué al local elegido con diez minutos de retraso, las
prisas me impidieron esquivar el enorme espejo que presidía el recibidor desde
un lateral y el reflejo de un rostro, al que no terminaba de acostumbrarme, me
golpeó con fuerza. Durante un tiempo que no sabría medir quise salir corriendo.
En lugar de hacerlo me quedé inmóvil allí en medio, incapaz de adelantar o
hacer retroceder mis pies hasta que un camarero de sonrisa afable me rescató de
la parálisis. Pedí que me pusiera un café en la barra mientras esperaba a la
persona con la que me había citado ─le dije─ y me senté en un taburete alto.
La cafetería rebosaba clientes a esa hora: señoras que
custodiaban con celo sus carros de la compra, estudiantes que llenaban las mesas
de folios escritos, ejecutivos inmersos en sus periódicos y muchas otras
personas de características variadas. Todos ellos compartían espacio con
Esteban y conmigo. No me fue difícil localizar la americana negra y el fular
gris en una mesa junto a uno de los grandes ventanales. Él plegaba y desplegaba
el sobre de azúcar vacío con la mirada hundida en la taza y pensé que había
llegado el momento de decidir, entre pagar y marcharme por donde había llegado,
o levantarme y acercarme a la mesa de mi admirador. Decidí lo segundo.
─ ¿Esteban? Hola, soy Eva ─levantó la cabeza de la taza y me
miró con los ojos muy abiertos─. Entiendo, no te preocupes –añadí. No me dio tiempo a girarme para salir. Se puso en pie de
inmediato y retiró una de las sillas invitándome a tomar asiento.
─ Perdona, me ha sorprendido tu altura. Claro, qué tontería,
eres modelo. Ahora que la americana ha cumplido su función y me has reconocido
sin problemas por fin me la puedo quitar, me estaba asando de calor.
Aquellas palabras desenfadadas me hicieron sentir bien.
Los comentarios de mis seguidores habían descendido estrepitosamente
durante esos meses de reclusión, no se actualizaba una fotografía mía desde el
accidente que me desfiguró la cara. Amalia no me lo decía pero tampoco
necesitaba asomarme por mí misma a las redes sociales para saberlo. Conocía la
existencia de Esteban a través de mi amiga y agente. Ella se había esforzado
por recuperar mi autoestima del pozo de la depresión y me hablaba del contenido
de sus mensajes a diario. Esteban era uno de los pocos fieles seguidores que me
quedaban después de tanto tiempo de inactividad.
Aquella mañana me levanté con un renovado entendimiento y
decidí que ese día debía ser el primero de una nueva vida. En la ducha dejé que
buena parte de mis dudas corrieran hacia el desagüe, disfruté por primera vez
en mucho tiempo del tacto de mi piel al extender el aceite de karité comprado
meses atrás. Había perdido mucho peso, no fui del todo consciente hasta notarme
las costillas bajo los dedos y tener que añadir dos nuevos agujeros al cinturón
para ajustarme los vaqueros. Una camiseta blanca, unas bailarinas y un colgante
color turquesa completaron el atuendo. Nada de maquillaje, solo una ligera
hidratante aplicada mientras colocaba con fingido distraimiento la toalla en su
sitio. Fue ese el día en que conocí a Esteban, el mismo en que me propuse
aceptar mi nuevo yo. Después de dos años rompimos, como les sucede a tantas
otras parejas; nada fuera de lo común: rutina.
Seguramente yo no esperaba que aquel correo cambiara mi
vida; seguramente él no esperaba recibir respuesta cuando me invitó a desayunar,
pero la recibió:
Nos vemos en una hora
en el Café Maravillas.
Besos
Eva
Una bonita historia muy bien contada, Frida.
ResponderEliminarBesos, preciosa.
Da gusto, siempre tan pendiente de todos nosotros. Muchas gracias y muchos besos.
EliminarTe fluyen las palabras de tal forma que parece que todo estuviera ahí pintado para mirarlo.
ResponderEliminarTu admiradora
Qué bonito lo que me dices. Muchas gracias, Araceli.
EliminarAcabo de descubrir tu blog y me he dado de bruces con esta historia tan interesante, tan tierna y tan bien narrada. Me ha encantado descubrirte.
ResponderEliminarA ti te ha encantado descubrirme y a mí me encanta ver caras nuevas por aquí. Muchas gracias, Josep. Vuelve cuando quieras.
EliminarMuy interesante... pero sabremos que paso despues??? besitos cielo, me alegra tenerte de nuevo por aqui
ResponderEliminarBueno... ella tuvo la oportunidad de empezar una nueva vida con su nuevo yo y colorín colorado este cuento se ha acabado. Lo siento, pero de él no he vuelto a saber más :-)
EliminarA mí sí me alegra tenerte de nuevo por aquí. Un beso, amor.
Qué bonita historia, y con una hermosa lección de trasfondo… Enhorabuena, cielo, nunca me canso de leerte. Cada día escribes mejor.
ResponderEliminarBesos y abrazos.
¿No te había respondido, querida Atxia? Pensaba que sí. Muchas gracias, cielo. De eso se trata, ¿verdad? de intentar ser mejores, cada día un poquito más (en esto de la escritura y en todo lo demás). Un beso, amor.
EliminarCuando te engancha un diálogo, la historia termina por atrapar los sentidos; qué gusto llegar a tu blog y leer más de tu magia.
ResponderEliminarBesos y abrazos.
Hola, Mily. Bienvenida a mi blog, me alegra muchísimo que te guste. Esa es la única motivación y también la recompensa: llegar a quienes tienen la osadía de atravesar la puerta :-). ¿Nos conocemos? En cualquier caso besos y abrazos también para ti. Vuelve cuando quieras.
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