Último deseo
Margarita hace días que no come, no puede, tiene el estómago
lleno de lágrimas, las que ya no consigue expulsar a través de los ojos. Tampoco
duerme, la imagen de su hijo inerte ocupa su mente y le impide conciliar el
sueño. Su única actividad consiste en arrodillarse frente a las imágenes de San
Judas Tadeo y Santa Rita en la habitación que preparó para ellas hace años. A
la luz de las velas encuentra el cobijo necesario y reza, reza todo el tiempo,
y pide desesperadamente que le concedan un último deseo.
Fernando juega feliz con su pelota bajo las ventanas de la
casa mientras su madre cocina y se asoma de poco en poco. Él ya nació, como sus
hermanos, en este lugar al que Felipe Santos y Margarita Márquez llegaron tiempo
atrás cargados de sueños. Las cosas quizás no han ido como se esperaba que
fueran en un primer momento, es dura la vida en esta tierra algo hostil, aunque
no se quejan, no está bien hacerlo si has huido de la pobreza extrema. Pueden
trabajar y alimentar y vestir a sus hijos, además de pagar el alquiler de un modesto
piso al sur de la ciudad y mandar a los niños a la escuela.
Gabriela entra en la habitación y acaricia con dulzura el
cabello de su madre. La joven se ha convertido en su principal apoyo desde que
su marido murió hace cinco años. El mayor de sus hijos, Felipe, vive lejos,
pero estos días ha vuelto a casa para acompañar a la familia. Es posible que el
futuro sea menos incierto para las generaciones siguientes, Felipe se casó con
una mujer blanca de origen anglosajón. Margarita levanta la cabeza y agradece
el gesto de su hija con la mirada, después vuelve a concentrarse en sus
oraciones ante la presencia muda de los santos. Quedan solo unas horas y debe
esforzarse más que nunca.
Margarita recibe la llamada del director del colegio
mientras trabaja en la lavandería. Deja a un lado la camisa que está planchando
y acude al teléfono sin prestar demasiada atención al ademán de desaprobación
de su jefe. De nuevo se trata de Fernando. Es un buen chico y no mal estudiante,
aunque está pasando por una adolescencia agitada. Unas veces por méritos
propios y otras por cuenta ajena, tiene una capacidad extraordinaria para verse
involucrado en los sucesos más dispares, todos negativos, en esta ocasión una pelea
entre compañeros de clase. Le han expulsado del centro durante una semana y
Margarita debe acudir a recogerle.
- Madre, tenemos que irnos –dice Felipe acercándose al
altar.
Margarita se pone en pie y busca consuelo en el hombro de su
hijo sin apartar la vista de las imágenes, en busca de misericordia por última
vez. Al cabo de media hora la madre y los dos hijos se dirigen en coche hacia
el sur. El día amanece especialmente gris en Dallas, la ciudad sobre la que
proyectaron su sueño estadounidense y que ahora comienza a despertar ajena a su
tragedia. Recorren en silencio las ciento setenta millas que les separan de
Fernando.
Madre e hija estrechan sus manos sentadas en un banco
cercano al estrado. Ni los alegatos bien construidos por el abogado defensor,
ni las concentraciones protagonizadas por los vecinos del barrio hispano de Oak
Cliff, han servido para evitar la sentencia fatídica. Expresiones de
satisfacción y gritos de dolor estallan con fuerza entre las paredes de la
sala.
Se viven momentos de extrema dureza a las puertas de la
prisión estatal de Huntsville. Algunos periodistas intentan entrevistar a los
familiares del condenado a muerte y una veintena de activistas contra la pena
capital despliegan sus pancartas solidarias. Treinta minutos antes de la hora
fijada un funcionario de la prisión acompaña a la familia a una habitación
pintada de azul, al igual que la sala contigua en la que se encuentra Fernando.
Margarita está exhausta y desolada, doce años de lucha y una llamada de indulto
que no llega son los culpables. No hay marcha atrás, el líquido letal comienza
a recorrer el cuerpo del reo. Al cabo de diez minutos Fernando Santos Márquez
engrosa la lista de ejecuciones en la tierra del bienestar.
Me ha encantado, Frida. Ya solo con el principio y ese "estómago inundado de lágrimas", me he quedado alucinada.
ResponderEliminarUna historia muy bonita y muy bien escrita, querida mía.
Un beso con rosca y todo y todo.
Buenas.
ResponderEliminarLo siento por el tiempo perdido. Trataré de estar al día en la medida de lo posible.
El relato muy bonito. Me suena alguna cosa o eso creo jeje.
Un beso tu anónimo favorito.