15 de mayo de 2012

Último deseo


Margarita hace días que no come, no puede, tiene el estómago lleno de lágrimas, las que ya no consigue expulsar a través de los ojos. Tampoco duerme, la imagen de su hijo inerte ocupa su mente y le impide conciliar el sueño. Su única actividad consiste en arrodillarse frente a las imágenes de San Judas Tadeo y Santa Rita en la habitación que preparó para ellas hace años. A la luz de las velas encuentra el cobijo necesario y reza, reza todo el tiempo, y pide desesperadamente que le concedan un último deseo.

Fernando juega feliz con su pelota bajo las ventanas de la casa mientras su madre cocina y se asoma de poco en poco. Él ya nació, como sus hermanos, en este lugar al que Felipe Santos y Margarita Márquez llegaron tiempo atrás cargados de sueños. Las cosas quizás no han ido como se esperaba que fueran en un primer momento, es dura la vida en esta tierra algo hostil, aunque no se quejan, no está bien hacerlo si has huido de la pobreza extrema. Pueden trabajar y alimentar y vestir a sus hijos, además de pagar el alquiler de un modesto piso al sur de la ciudad y mandar a los niños a la escuela.

Gabriela entra en la habitación y acaricia con dulzura el cabello de su madre. La joven se ha convertido en su principal apoyo desde que su marido murió hace cinco años. El mayor de sus hijos, Felipe, vive lejos, pero estos días ha vuelto a casa para acompañar a la familia. Es posible que el futuro sea menos incierto para las generaciones siguientes, Felipe se casó con una mujer blanca de origen anglosajón. Margarita levanta la cabeza y agradece el gesto de su hija con la mirada, después vuelve a concentrarse en sus oraciones ante la presencia muda de los santos. Quedan solo unas horas y debe esforzarse más que nunca.

Margarita recibe la llamada del director del colegio mientras trabaja en la lavandería. Deja a un lado la camisa que está planchando y acude al teléfono sin prestar demasiada atención al ademán de desaprobación de su jefe. De nuevo se trata de Fernando. Es un buen chico y no mal estudiante, aunque está pasando por una adolescencia agitada. Unas veces por méritos propios y otras por cuenta ajena, tiene una capacidad extraordinaria para verse involucrado en los sucesos más dispares, todos negativos, en esta ocasión una pelea entre compañeros de clase. Le han expulsado del centro durante una semana y Margarita debe acudir a recogerle.

- Madre, tenemos que irnos –dice Felipe acercándose al altar.

Margarita se pone en pie y busca consuelo en el hombro de su hijo sin apartar la vista de las imágenes, en busca de misericordia por última vez. Al cabo de media hora la madre y los dos hijos se dirigen en coche hacia el sur. El día amanece especialmente gris en Dallas, la ciudad sobre la que proyectaron su sueño estadounidense y que ahora comienza a despertar ajena a su tragedia. Recorren en silencio las ciento setenta millas que les separan de Fernando.

Madre e hija estrechan sus manos sentadas en un banco cercano al estrado. Ni los alegatos bien construidos por el abogado defensor, ni las concentraciones protagonizadas por los vecinos del barrio hispano de Oak Cliff, han servido para evitar la sentencia fatídica. Expresiones de satisfacción y gritos de dolor estallan con fuerza entre las paredes de la sala.

Se viven momentos de extrema dureza a las puertas de la prisión estatal de Huntsville. Algunos periodistas intentan entrevistar a los familiares del condenado a muerte y una veintena de activistas contra la pena capital despliegan sus pancartas solidarias. Treinta minutos antes de la hora fijada un funcionario de la prisión acompaña a la familia a una habitación pintada de azul, al igual que la sala contigua en la que se encuentra Fernando. Margarita está exhausta y desolada, doce años de lucha y una llamada de indulto que no llega son los culpables. No hay marcha atrás, el líquido letal comienza a recorrer el cuerpo del reo. Al cabo de diez minutos Fernando Santos Márquez engrosa la lista de ejecuciones en la tierra del bienestar.

2 comentarios:

  1. Me ha encantado, Frida. Ya solo con el principio y ese "estómago inundado de lágrimas", me he quedado alucinada.
    Una historia muy bonita y muy bien escrita, querida mía.
    Un beso con rosca y todo y todo.

    ResponderEliminar
  2. Buenas.

    Lo siento por el tiempo perdido. Trataré de estar al día en la medida de lo posible.

    El relato muy bonito. Me suena alguna cosa o eso creo jeje.

    Un beso tu anónimo favorito.

    ResponderEliminar

Los seguidores