Recuerdo que teníamos que hablar
Recuerdo la presión en la cabeza y que se aliviara
ligeramente por la frescura de los dos palmos de almohada que me separaban de
la pared. También recuerdo que minutos después ese trozo de tela se contagiara
de mi temperatura corporal y tuviera que buscar de nuevo la frescura en el otro
extremo de la cama. Y así hasta que el sonido de los cacharros que mi hermana
manejaba en la cocina me sacara de ese estado de seminconsciencia en el que una
se encuentra después de una noche rebosante de pipermín.
Recuerdo que una tupida franja de luz llegara a la colcha
desde la contraventana a medio cerrar, con sus partículas de polvo en suspensión
y su actitud amenazante y me golpeara las sienes sin tocarlas. Y ver a mi amiga
Pili tumbada en la cama de al lado y venirme a la cabeza su tono de sorpresa cuando
le propuse salir. “Si solo es miércoles”, recuerdo que me dijo.
Igualmente recuerdo haberte visto al entrar en “La boîte”,
tú a mí no, quizás me buscabas. Y retroceder agarrando con fuerza el brazo de
Pili y meternos en el primer taxi que pasó libre, así como la desagradable voz
del taxista insinuando que, en noches de perros como aquella, en la calle solo podían
encontrarse prostitutas y borrachos. Y cómo su discurso resultó tan repugnante
como convincente y terminamos en mi casa, la carrera y el contenido del mueble
bar.
“Tenemos que hablar”,
me habías dicho por teléfono la tarde anterior, pero aunque no necesitaba
seguir escuchando para saber lo que debías decirme, ni citarme contigo para
verte la cara compungida y entonces comprender lo que sucedía, que no debía ser
otra cosa que el que hubieras decidido permanecer junto a tu mujer, que debías
borrarme de tu biografía como si nada de lo nuestro hubiera ocurrido alguna
vez, te escuché sin hablar antes de colgar.
Después ya sabrás que me mudé a Barcelona para no tener que
encontrarme contigo, pero no creas, aunque pueda parecer lo contrario, no te
guardo rencor. De todo esto hace ya mucho tiempo y por eso no entiendo a qué
vienes. Fíjate si hace tiempo, que recuerdo que otro hombre se colara en mi
cuarto de estar aquella mañana de resaca, con su traje oscuro y los ojillos
tristones. Y que dijera, con voz queda: “Españoles… Franco ha muerto”.
Me impactó cuando lo leí y ahora me parece sencillamente un relato estupendo.
ResponderEliminarGracias Frida.
Un beso
Qué bueno, Frida, qué bueno.
ResponderEliminarUn abrazo, preciosa.
Si el anterior es bueno, éste es mejor.
ResponderEliminarEnhorabuena, Frida, mejoras como los buenos vinos. :-)